La sombra de la Reina

Aquí os dejo el primer capítulo de La sombra de la Reina. El sexto de los cazadores de brujas que espero sacar en Mayo del año que viene. Ahora es el turno de Malcolm de jugar un juego muy peligroso contra su madre y mostrar algunos secretos y ases que Goblin esconde bajo la manga. ¿Podría todo ello dar algo de luz al desastre que se avecina?

Capítulo 1.

Estaba muy nerviosa, pero mostrar algún tic que expusiera tal debilidad, tan solo podía exponerla a un peligro extremo. Él miraba su currículo con detenimiento y ella esperaba que en algún momento lo dejara a un lado y sin miramientos dijera “el siguiente”. Apenas se atrevía a mirarlo y controló su respiración para que el corazón no le estallara, tan solo deseaba irse, olvidar ese mal trago y entrar un rato al ordenador a jugar a alguno de los juegos online a los que se dedicaba en sus escasos ratos libres y a los que se aficionó en las largas horas de guardia para mantenerse despierta. Durante un instante se atrevió a mirar su rostro. Era guapo, en extremo, pero la reina jamás permitiría ninguna imperfección en sus hijos y menos alguna física. Si no supiera quién era habría imaginado que era un modelo o un actor, pero era tan peligrosamente mortal que ahora, estando ahí sentada, pensaba que opinar que era guapo era una perversión, como ver hermoso al mismo señor del infierno. Para ella era más letal debido a lo que realmente era: una bruja blanca. Los segundos pasaban y se convertían en minutos, y una pequeña gota de sudor resbalaba por su frente mientras ella trataba de calmar su corazón de nuevo. No entendía qué podía estar pasando, a su forma de ver la situación era simple; mirar su currículo, ver sus escasos logros mágicos, la aún más irrisoria importancia de su familia y desdeñarla. Él era el hijo preferido de la reina, tan seguro de sí mismo y de su situación que ensombrecía a cualquiera, sin olvidar que carecía completamente de escrúpulos. Podía ordenar despellejar y asar a quién lo ofendiera sin parpadear o tener algún problema moral al respecto.

—¿Sabes informática? —preguntó sorprendiéndola hasta el punto de casi saltar de la silla en la que trataba de mantenerse lo más erguida posible para mostrar dignidad.

—Sí —dijo con cautela. Era una de las habilidades que exponía en su currículo y de haberlo enviado ella habría recortado mucho más, pero quién lo hizo no pensó que fuera trascendente ninguna actitud salvo las mágicas y poseer una familia envidiable. Ella carecía de ambas cosas así que tan solo podía recibir una gran humillación con mucha suerte.

 El hijo de la reina escribió en un papel y se lo pasó, luego se levantó de su asiento y le mostró el ordenador. Naomi miró el papel y leyó una serie de instrucciones para realizar en el ordenador. Eran algo más complicado que un nivel usuario, pero nada que ella no supiera realizar, no obstante, no era buena idea mostrar qué tan buena era. Él la miró sin mostrar impaciencia y le indicó que se sentara donde él había estado hace unos segundos. Ella se levantó con timidez y tras mirarlo levemente, se sentó en el sitio que le indicaba, tomó el ratón y el ordenador. Respiró hondo y pensó que tan solo debía fallar y la entrevista habría acabado, ella podía irse a casa y olvidar ese mal trago. Ni siquiera sabía cómo había llegado tan lejos hasta estar sentada en la misma silla del hijo de la reina, debían haber desdeñado su currículo nada más fue enviado. Malcolm se acercó a ella para mirar tras la silla, colocó las manos en el respaldo de esta e inclinó la cabeza hasta estar cerca de su oído.

—Ahí pone que tu dominio de ordenadores es muy alto — dijo en una voz tan suave que parecía que la acariciaba con ella aparte de dejar traslucir una amenaza velada sobre lo que podía ocurrirle a quienes le mienten —. Espero que me impresiones.

Naomi casi se desmaya en ese instante. Nunca la habían amenazado tan letalmente en un susurro tan amable, luego se alejó de ella lo suficiente como ver lo que hacía sin molestar. Naomi contempló que cruzaba los brazos aguardando cómo “lo impresionaba”. Respiró de nuevo temiendo desmayarse o peor, que su mente se quedara en blanco y acabara saliendo de ahí en un féretro. Ya no podía fallar después de lo que le había dicho. Tenía que quedar a la altura de lo que estaba escrito en ese papel que indicaba su vida laboral, pero en ese instante los dedos no se movían y su mente estaba al borde del colapso. Malcolm se volvió a acercar y esta vez temía que fuera para decirle que había fracasado y pagaría por la audacia de mentirle.

—Tienes todo el tiempo del mundo — dijo Malcolm casi detectando que el miedo que le había producido casi la mata de un infarto, luego se alejó para mirar unos documentos.

Naomi agradeció que se alejara, estaba segura de que si se mantenía tan cerca tan solo podía quedarse quieta aguardando su muerte. Tardó unos minutos en resucitar y cuando comenzó a teclear estaba haciendo su mejor esfuerzo por realizar un buen trabajo. Cuando acabó dejó de teclear y miró a Malcolm que estaba leyendo informes o lo que fuera que tuviera en sus manos. No tuvo que llamarle la atención sobre el hecho de que ya había concluido, al dejar de escuchar el rítmico tecleo se acercó a ver el trabajo. Naomi se levantó rápidamente y ocupó de nuevo el lugar en el que estaba al principio rezando para que el asunto concluyera ahí, le dijera que lo lamentaba, pero no era apta para ese trabajo, o que le dijera un escueto lárgate que no te vea más. Malcolm estuvo revisando el trabajo cuando elevó los ojos del ordenador. Naomi se levantó con rapidez para irse cuando lo escuchó hablar, pero se tuvo que quedar parada, helada de miedo cuando lo que estaba oyendo no concordaba con lo que esperaba que ocurriese.

—Mañana a las siete de la mañana comienza a trabajar para mí. Tendrá un apartamento cerca del lugar de trabajo que le adjudicaremos — dijo Malcolm y Naomi pensó que eso era el regalo más envenenado que le habían ofertado en su vida., cerca del trabajo, para no poder tener ninguna excusa cuando la llamara. De nuevo quiso morir, pero no se atrevió esta vez a moverse, por si había algo más que aún no hubiera oído —. Esta noche puede mudarse, le ayudaran a ello.

Naomi ya no sentía nada, pensaba que había muerto, no se atrevía a hacer más que escuchar y parecer que estaba viviendo una pesadilla que no podía ser real.

—Supongo que tendrá que empaquetar algo — dijo Malcolm al ver que no se movía —. Muévase, que tengo mucho trabajo.

  Naomi salió del colapso y se fue a toda prisa del despacho sin darse cuenta de lo que había ocurrido hasta estar fuera ya del edificio, respirando con dificultad. No podía creer lo que estaba viviendo. Rozó sus suaves manos oscuras para calmarse. Naomi tenía una tez de piel muy oscura y preguntar el origen de ello era inútil, puesto que era huérfana y desconocía quienes eran sus padres, salvo que eran brujos blancos, al menos alguno de ellos. Su cabello era negro como el ébano y caía en una melena brillante hasta la altura de los hombros y en ese instante lo tenía recogido en una cómoda coleta. Naomi tomó el móvil cuando le llegó un mensaje; era una compañía de mudanzas que le avisaban de que estarían en su casa sobre las siete de la tarde. Aún no podía creerse lo que le había ocurrido y no necesitaba tomar sus pulsaciones para saber que estaba alteradísima. Había muerto y resucitado al menos tres veces en el rato que estuvo allí. Parecía una broma pesada y no entendía cómo había ocurrido que ella, sin capacidades mágicas, al menos no muchas, y sin una buena familia obtuviera un puesto por el que se matarían familias importantes. Se llevó las manos a los ojos y estuvo un rato en medio de la acera sin hacer nada hasta que pudo ir a la parada de autobús que la llevaría a casa donde su madre adoptiva la esperaba nerviosa. Siempre tuvieron reglas, desde que descubrieron que era una bruja blanca; no tratar con hechiceros y de paso casi con nadie, no usar la magia salvo la que coincidía con conjuros del aquelarre negro, no llamar la atención, fingir torpeza continua, en breves palabras: ser invisible. Su frustración era inmensa pero el miedo la volvía prudente y a veces pensaba que casi catatónica. Ser ella misma era difícil, al menos si quería vivir un día más y cada vez que escuchaba la noticia de que habían descubierto y asesinado a una bruja blanca su sangre dejaba de fluir y una palidez mortecina teñía su rostro. Generalmente no solía ser una bruja blanca, ya no nacían, pero la menor posibilidad llevaba a algunos desaprensivos a cometer asesinatos y colocarse medallas de heroicidad. Posiblemente ella era la única bruja blanca que quedaba y que había nacido en muchos años, el cisne blanco o más popularmente conocido como patito feo en un aquelarre que deseaba que estuviera muerta. Ahora el príncipe de los patos quería que ella trabajara para él y era cuestión de tiempo que averiguara que era un cisne y ese día… bueno, realmente decir que moriría era casi una idea idílica que habría ocurrido de vivir fuera del aquelarre y que la cazaran, ella había tenido la audacia de engañarlos a todo y, además, ser la asistenta personal del hijo de la reina. Su mano tembló y estuvo de nuevo a punto de colapsar, el autobús pasó y tuvo que dar un par de gritos para que no se fuera sin ella. Y, ahora ¿cuál era el plan? ¿Aguardar su muerte? Quizás debería coger todas sus cosas y huir con su madre, pero a esta altura ya estaba siendo paranoica, quizás estuvieran vigilando su casa, después de todos sus datos estaban en el ordenador de su nuevo jefe y si la pillaban huyendo no podía alegar que su madre no sabía nada sobre ella y su pequeño problema con la magia blanca. Tras coger otro par de autobuses llegó a la periferia donde vivían, el lugar más apartado de la ciudad y el hospital dónde hacía prácticas estaba también en la zona. Actualmente era intrascendente todo ello, el jefe ya debía saber hasta cuál era su helado preferido. Entró en el edificio de apartamentos en el que vivía, una mole de pequeñas viviendas que confluían en un cuadrilátero y en el tiempo que andaba hasta su casa podías contar no menos de diez puertas y un sonido constante, entre que las paredes eran de papel y que la gente salía al rellano a hablar unos con otros o discutir sobre problemas de convivencias que a veces acababa en gritos. Abrió la puerta de su casa, tan frágil que posiblemente el único motivo por el que no entraban a robar era porque no merecía la pena llevarse la exigua cerámica comprada en una tienda de baratijas baratas. Su madre esperaba nerviosa, sus ojos negros como el ébano mostraban preocupación. Ella pertenecía a un linaje de brujos muy antiguos de Mesoamérica, era una tolteca, y su magia ancestral basada en el poder de la anciana era extraña para el resto del aquelarre, entre otros motivos porque fueron una familia que se unieron al aquelarre muy tardíamente, lo cual los convertía en advenedizos para el resto, siempre sometidos a pruebas de lealtad, pero al mismo tiempo respetados dado que poseían un don con las maldiciones. Incluso la reina temía que una maldición de una “decidora de la palabra” como se llamaban a sí mismas, al ser la mayoría mujeres la que recibían el don de la palabra, la destruyera. Su madre no hablaba de su familia nunca, la cual quedó en el otro continente, en el que la reina no tenía tanta influencia. Quizás debían huir hasta allí, pero desconocía por qué su madre jamás hablaba de su familia o por qué cayó en desgracia ante ellos. Naomi se echó en el pequeño sofá que tenían en el salón que hacía de cocina, sala de estar y dormitorio con una litera. Y cerró los ojos sin decir nada.

—Bueno, cuéntame. ¿Qué ha pasado? Ensayamos eso muchas veces. No llamar la atención, esperar a que te digan no nos interesas y volver… —comenzó a decir su madre.

—Me ha elegido su asistenta— dijo Naomi cortando el monólogo de su madre que quedó estupefacta con las palabras de su hija.

—¿Cómo puede ser eso? — preguntó su madre más como una alarma de pánico que como una pregunta.

—No lo sé —reconoció Naomi tapándose la cabeza con un cojín casi deseando ocultarse del mundo con él, y tuvo que aguardar a que su madre pusiera música para que el vecindario entero no se enterase de las peculiaridades del trabajo de su hija —. Esta tarde vienen a recoger mis cosas para mudarme a un apartamento que mi nuevo jefe ha designado para mí. Me gustaría que te vinieras, pero no sé si es conveniente.

—Por la sagrada recolectora — dijo la madre aludiendo a uno de los nombres que se le daba a la anciana —. ¿No has dicho o hecho nada que te haya delatado?

—Por la Diosa no — contestó Naomi arrojando a un lado el cojín nerviosa—. ¿Piensas que el motivo por el que me ha escogido es que sospecha lo que soy? Si, tiene su sentido. No soy nadie, no pertenezco a una buena familia, carezco de capacidades mágicas…

—Cálmate. No es tan fácil descubrir lo que eres y si sospecharan no te habrían dado un apartamento, sencillamente no habrías salido de ese edificio para hacer una mudanza. Debe haber una razón que desconocemos. Ahora no podemos perder la calma, ni hacer nada sospechoso, mucho menos llamar la atención.

—No sé si puedo calmarme —reconoció Naomi y su madre se acercó a abrazarla afectuosamente.

—Sí que puedes.

—Tú no lo has visto. Él es aterrador, todos sus hijos lo son, pero este… —Naomi omitió decir que era hermosamente siniestro, entre otros motivos porque si le gustara no sabría distinguirlo de miedo extremo que le provocaba—. Mamá no sé si no me derrumbaré cuando tan solo me mire. ¿Cómo voy a seguir viviendo así? — dijo en una voz lastimosa mientras las lágrimas aparecían en su rostro.

—Debes hacerlo — dijo la madre en una voz determinante mientras le secaba las lágrimas con un dedo —. Afrontaremos todo juntas. Hemos llegado hasta aquí, tan solo necesitamos un poco más…

—¿Un poco más, para qué?

Su madre tardó un poco en responder y tras bajar la mirada la miró con seguridad.

—Para anular tu magia y poder vivir como una persona normal.

Las palabras agujerearon el corazón de Naomi.

—¿Vivir sin mi magia? ¿Sin mi yo?

—Es mejor que no vivir, Naomi. No puedes estar hasta tu muerte huyendo y menos ahora que estás tan cerca del corazón del aquelarre.

—Podemos huir… a algún lugar —balbuceo Naomi.

—No existe un lugar donde este aquelarre no te vaya a dar caza, y cuando más lejos estés de ellos, más difícil va a ser ocultarte. De haber sido así ya nos habríamos ido, pero, la mejor manera de que no te detecten, a parte de mis hechizos de ocultación, es en un lugar tan cercano a ellos que sean incapaces de distinguir la magia que te oculta de un conjuro de alguna bruja de su propio aquelarre para cualquier tontería mundana. Y podíamos haber vivido así, quizás durante toda tu vida, pasando desapercibidos, pero ahora…

—¿Por qué me tuvo que elegir a mí? — dijo Naomi llorando mientras continuaba abrazada a su madre tras darse cuenta de que el que descubrieran lo que era ya era un hecho y la cuestión era cuando ocurriría —. Podían haberme dejado en paz. Vivíamos sin molestar a nadie.

—Basta Naomi. Te diré lo que haremos: Te calmarás, date un baño, juega a algo que te guste, relájate, aunque creas que es imposible. Vamos a lograrlo, volvemos a engañarles una vez, dos o las veces que sean. Quizás no sea necesario anular tu magia para siempre, quizás tan solo hasta que exista una situación que nos sea favorable.

  Naomi sabía que esa situación favorable era un cuento de hadas, que era un mal consuelo, pero quizás fuera suficiente, al menos para no entrar en pánico, incluso si era imposible, debía mostrar calma cuando vinieran a hacer la mudanza.

—Está bien, lo intentaré. Estaré un rato en el ordenador.

Tanto tiempo oculta que se había acostumbrado a encontrar amigos en un juego online donde mantenía su anonimato. Le gustaba llevar a la sanadora del grupo, interpretar en la fantasía lo que no podía hacer en la vida real; colocar las manos y sanar gracias a la magia. Un día llegó uno de los mejores jugadores del juego al que le había dedicado tiempo y le pidió que se uniera a su grupo como sanadora. Él era duro y perfeccionista, pero cuando estaba allí se sentía parte de algo, seguía las órdenes del líder y la recompensa era ganar. Era lo más parecido a un grupo de amigos y la sorpresa fue cuando entró por primera vez en el chat donde hablaban para coordinarse y se dieron cuenta de que era una chica. Uno de ellos le preguntó incrédulo “¿Eres una chica?”. Naomi no sabía si la estaba ofendiendo, como si una chica no pudiera ser endiabladamente buena en un juego donde primaba la estrategia, la rapidez y la habilidad. Fue el líder el que cortó la conversación diciendo “no me importa ni si es un robot si cura como una diosa y hace bien su trabajo. Naomi se colocó los auriculares y entró en el chat de voz del grupo, pero no saludó ni habló, porque estaba teniendo un problema con el micrófono que estaba arreglando, tan solo oía lo que los otros decían y posiblemente no se hubieran dado cuenta de que ella estaba ahí, y de pronto se le heló la sangre.

—Si quieres hacer un estudio sobre la hechicería elemental, no es que puedas, es que debes acudir al quinto elemento, el problema es conseguir a alguien en nuestro aquelarre que posea esas cualidades —dijo uno de los jugadores que se llamaba a si mismo “Halcón Dorado” —. Yo creo que ciertos elementos están más asociados con aspectos distintos, como el fuego y la tierra con la anciana, por eso encuentras a más hechiceros con esa habilidad elemental en nuestro aquelarre.

Naomi se quedó callada y apenas podía moverse. Si hubiera podido hacerlo habría cometido un error, desconectarse e irse y no volver nunca más, pero una voz le susurraba que, si hacia eso sospechasen de ella, la buscarían, averiguaría quién era y llevando una sanadora había dejado muchos datos sobre si, sabrían qué era una bruja blanca, la matarían, o la torturarían primero…iba a desmayarse otra vez cuando la voz el líder la interrumpió.

—Luz Blanca, ¿tienes problemas con el micro? — preguntó el líder y tembló. Encima su nombre en el juego era luz Blanca, pero lo acortaban llamándola Luz.

—Hola Luz, no te había visto llegar — dijo Halcón —. Hablábamos de otro juego en el que estamos.

“Claro que sí”, pensó para sí misma, el juego de los aquelarres. Ni siquiera creía que pudieran existir hechiceros gamers en una educación tan arcaica como ofrecía el maldito aquelarre de la anciana, por eso se había sentido tan segura hasta ahora, y la mala suerte de caer en un grupo así. Afortunadamente el micro aparecía como desconectado así que tan solo tuvo que escribir “un segundo”. Debía salir de esa sin sembrar sospechas, así que conectó el micro, aclaró la voz y mantuvo la compostura rezando para no tartamudear.

—Chicos tengo malas noticias. Me ha salido un trabajo, a parte del que ya tengo, con un jefe dispuesto a hacerme trabajar hasta que me sangren los ojos, así que es posible que tengáis que buscar otro sanador.

—Tú eres nuestra sanadora, otro no se ajustaría a nuestro estilo de juego — dijo Holmes, otro del grupo.

—Siempre que pueda entraré, pero puede ser muy poco a menudo, por eso es bueno buscar a alguien más. Al principio estaré un tiempo sin conectarme, mi jefe es un ogro atroz esclavista sin escrúpulos —Naomi se mordió los labios. No debió haber dicho eso, sin que ellos lo supieran estaba hablando mal de su amado príncipe, pero de nuevo había metido la pata y esta vez tartamudeó un poco—. Bueno, no es tan malo, tan solo exigente, como todos los jefes.

—Así que tu jefe es un ogro atroz, esclavista sin escrúpulos — repitió el líder—. Si es así no deberías decepcionarlo.

—No te preocupes, seguro que no es peor que nuestro amado líder — dijo Halcón y Naomi pensó que no sabía cuán equivocado estaba—. Es un juego, ven siempre que quieras, aunque sea para charlar. Te vamos a echar mucho de menos, especialmente…

—Deja de molestarla — dijo el líder, como lo llamaban todos ya, interrumpiendo lo que parecía que iba a ser un “especialmente yo”. A veces Naomi creía que Halcón la cortejaba un poco, pero al líder no le gustaba que mezclaran el juego con otros asuntos y siempre cortaba cualquier intento de halagarla.

—Sí, vendré cuando pueda. ¿Podéis despedirme del resto del grupo? — dijo Naomi cada vez más asustada con ganas de salir de ahí.

—No te preocupes. Siempre estamos aquí para ti — dijo Halcón—. Llevamos varios años juntos y te considero una buena amiga, si me necesitas o al resto…

—Os voy a echar mucho de menos — dijo Naomi esta vez con algunas lágrimas en los ojos. Le resultaba increíble que sus mejores amigos resultaran ser del aquelarre, si no había malinterpretado lo que habían dicho. Creía que eran incapaces de hacer amigos, siempre rivalizando hasta matarse entre ellos, literalmente, pero era consciente de que ese “entraré de vez en cuando” debía quedar reducido a nunca, ya no solo porque fueran o no del aquelarre sino porque era posible que a partir de ahora estuviera estrechamente vigilada.

—No os pongáis tan sentimentales — dijo el jefe—. Nadie aquí que yo sepa se va a morir próximamente, así que todos nos encontraremos tarde o temprano. No cabrees mucho a tu jefe, haz un buen trabajo y no te metas en líos. No creo que tenga que decirte que si nos necesitas estamos aquí.

Naomi sabía que eso era lo más amable que el líder le iba a decir, era su equivalente a confesar que la echaría de menos, se dejó llevar por la emoción y le escribió en su chat personal. “Yo te voy a echar mucho de menos”, luego se arrepintió, pero borrarlo ya era imposible. Afortunadamente él no respondió, sino que la ignoró, y desconocía si eso era un alivio o se sentía decepcionada por ello, así que apagó el ordenador y se echó en el sofá a esperar a que vinieran a hacer la mudanza.

Mañana ya sale a la venta La ascensión del Aquelarre Rojo

Ya lo tenéis en preventa y se puede comprar hoy. En él podéis descubrir la historia de Bram Betila, el hijo más peligroso y mortífero de la reina del Aquelarre Oscuro, cuya vida ha estado constantemente amenazada por su propia madre desde su más tierna infancia y nunca ha conocido una familia o el aprecio de un amigo, en un ambiente donde el más fuerte sobrevive y a veces debes destruir a los más cercanos para garantizar tu supervivencia. Ahora se enfrenta a una nueva contrariedad: si su madre averigua qué es en realidad se lo arrebatará y el final de los cazadores será inminente. En él también aparece un nuevo elemento en juego: El Aquelarre Rojo que se ha mantenido en las sombras hasta este momento que ha decidido mover ficha para conseguir sus objetivos, pero ¿es beneficioso para los cazadores o serán un problema en el camino? Nicki, la bruja roja, tiene mucho que decir en todo esto antes de que el desastre se precipite.

Nuevas Portadas

Nuevas portadas.

Aprovechando que ya llevó el quinto libro de la saga Cazadores de brujas bastante avanzado, me he dedicado a cambiar las portadas de la saga por otras que me resultan más apropiadas a la historia. Espero que os gusten.

 

La del Inquisidor, porque quería que salieran tanto Ezequiel como Violeta en la portada, además, me resulta más tierna. La ira de la tierra; el guerrero es como me imagino a Aren cuando usa la tierra para atacar a otros. En el poder del fuego me resulta más simbólico con las manos unidas, fuego rojo y fuego azul. La chica de la portada del Barquero del Inframundo es como veo a Brigit, con con gesto ligeramente pícaro, y rodeada de magia entre planos. Y la última ups, spoiler, es la que probablemente use para el quinto libro.  El personaje sería Nicki, la protagonista bruja roja, una guerrera con muchas contradicciones que procura hacer lo mejor para los suyos. Si tenéis alguna sugerencia, especialmente con la última portada que voy a darle al quinto libro, os agradeceré vuestra ayuda.

Un cordial saludo y un poco de paciencia. Ya le queda poco al libro.

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El último sueño.
En un lejano pasado olvidado por casi todos, las profecías de la vidente imperial Albatia, señalan que Mordicen, el heredero legítimo al trono, traería la desgracia para todos. Por esa razón nunca fue investido emperador, sino que se le encerró y aisló del mundo, ocupando su hermano su lugar. Mordicen, desesperado y enloquecido por el cautiverio prolongado, selló un pacto con oscuros poderes, provocando la destrucción del imperio y desatando un mal ancestral…
Siglos después, la prisión que contenía a Mordicen fue abierta y este liberado en Daria, uno de los nuevos reinos fundado por aquellos huyeron de la guerra y el mal, pero esta vez nada ni nadie puede oponerse al poder del mago corrupto y sus seguidores. Sus planes incluyen la refundación del Imperio Titán a imagen y semejanza del legítimo heredero del trono imperial: Mordicen.

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Daniel Grabner, un lingüista antaño asesor de una agencia de inteligencia, se niega a creer que la muerte de su novia, una periodista que trabajaba en una revista de moda, haya sido por causas naturales y cree que fue asesinada. Pese al escepticismo de todos sus allegados, comienza a indagar entre las anotaciones e información que había recopilado su novia, adentrándose en un mundo turbio que se esconde tras todos los sucesos acontecidos a la humanidad a lo largo de la historia, donde él parece tener un papel que desconoce y que le lleva a desvelar un sorprende secreto sobre sí mismo.
La novela transcurre en la actualidad, donde ancestrales sociedades secretas pugnan entre sí para imponer su visión del futuro y que disponen de capacidades mágicas y precognitivas para dirigir el rumbo de la humanidad. Los personajes se verán envueltos en tramas secretas y sobrenaturales que cambiarán sus destinos y la percepción que tienen sobre la realidad, sumergiéndolos en un mar de engaños, misterios y personas sin escrúpulos dispuestos a realizar cualquier acto para conseguir sus fines.